Georges Lemaitre, el cura que “creó” el Big Bang

Hacemos un viaje retrospectivo e histórico sobre la vida y obra de Georges Lemaitre, el cura católico que desarrolló primeramente la teoría del Big Bang.

La teoría del Big Bang, es probablemente, la mejor explicación científica respecto a cómo –en términos efectivos- se desencadenó la creación del universo. Lo que es menos conocido es la historia de un hombre al que no se le da el crédito correspondiente sobre su trabajo como impulsor de esta hipótesis que sería universalmente conocida y estudiada en el terreno académico.

Georges Lemaitre llegó a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra en 1923, para tocar la puerta de uno de los científicos más conocidos de esa época: Arthur Eddigton.

Arthur estaba acostumbrado a recibir estudiantes de todas partes del mundo – a Eddigton se le reconoce por verificar la teoría de la relatividad de Albert Einstein- pero grande fue su sorpresa cuando conoció a Lemaitre con hábitos que anunciaban que formaba parte del clero católico.

A partir de sus encuentros, Lemaitre y Eddigton comienzan a explorar las diferentes tesis de cómo se originó el universo.  “De acuerdo a la teoría del Big Bang, hace miles y miles de millones de años, todo el Universo, con sus miles de estrellas, planetas y galaxias podía caber en el ojo de una aguja” resume una parte de los ensayos actuales sobre el Big Bang.

¿Pero cómo llega un sacerdote católico a Cambridge? Lemaitre llegó becado como estudiante de posgrado. Había nacido a finales del siglo XIX en el sur de Bélgica y era el mayor de cuatro hermanos. Su padre había estudiado Derecho en la Universidad Católica de Lovaina (UCL) y tenía una fábrica de vidrio.

Georges comenzó Ingeniería de Minas en Lovaina, pero sus estudios se vieron interrumpidos al estallar la Primera Guerra Mundial, en la que participó de artillero. Al acabar el conflicto bélico, volvió a las aulas, pero no para continuar los estudios de Ingeniería, sino para comenzar los de Física y Matemáticas, en los que se doctoró en 1920. Ese mismo año ingresó en el seminario de Malinas, y en 1923 recibió las órdenes sagradas. Su condición de sacerdote no fue obstáculo para continuar con su carrera científica y pidió ser admitido como estudiante investigador en Astronomía en la Universidad de Cambridge para el curso 1923-24. Es así como fue alumno de Arthur Eddington, quien le enseñó a conjugar la astronomía y la teoría de la relatividad.

Lemaitre no tuvo inconveniente en plantear un Universo eterno. Eso no contradecía su creencia en un Dios hacedor del mundo, ya que un Universo creado no necesita un comienzo en el tiempo “Conocemos el origen temporal del Cosmos por medio de la Revelación sobrenatural, pero en teoría nada impediría que Dios hubiera creado el Universo desde toda la eternidad. Cuando se afirma que Dios es eterno, se dice algo diferente de una simple duración indefinida. La eternidad divina es la posesión del Ser, sin cambios, sin antes ni después, de modo totalmente autosuficiente. Y esto nunca puede darse en un ser limitado, como es el Universo” reflexionaba el sacerdote en sus apuntes.

Lemaitre dejó un gran legado, permitiendo desarrollar diferentes nociones científicas sobre el origen del universo a partir de sus hipótesis y estudios.

El sacerdote católico reflexionó hasta el final de sus días sobre la importancia de la ciencia y la espiritualidad como fenómenos independientes que, sirven para mantener la fe en la existencia humana.

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