Este 21 de marzo se cumplieron 65 años del nacimiento de Ayrton Senna, el piloto brasileño que marcó una era en la Fórmula 1 con su talento, carisma y espíritu competitivo. Más allá de sus logros en la pista, Senna dejó un legado que sigue inspirando a nuevas generaciones de pilotos y aficionados al automovilismo.
El ascenso de un campeón
Senna hizo su debut en la Fórmula 1 con el equipo Toleman en 1984, pero fue en el Gran Premio de Mónaco de ese año donde dejó claro que estaba destinado a la grandeza. Bajo la lluvia, desafió a pilotos consagrados y terminó en una destacada segunda posición, superando incluso al bicampeón Niki Lauda y quedando solo detrás de Alain Prost.
Mónaco se convertiría en su territorio predilecto, donde logró seis victorias, cinco de ellas consecutivas entre 1987 y 1993. Su primera conquista en este circuito, al volante del Lotus 99T, sigue siendo recordada como una de las mejores actuaciones en la historia de la Fórmula 1.
Los títulos y la gloria con McLaren
El punto culminante de su carrera llegó en 1988, cuando, tras una feroz rivalidad con su compañero de equipo Alain Prost, Senna logró su primer título mundial con McLaren, ganando ocho carreras en la temporada. Su dominio se consolidó con dos títulos más en 1990 y 1991, con actuaciones memorables como su victoria en el Gran Premio de Brasil de 1991, donde, pese a un fallo en la caja de cambios, logró cruzar la meta primero y celebrar ante su público con un esfuerzo sobrehumano.
En Japón 1991, aseguró su tercer campeonato mundial, cediéndole el triunfo a su compañero Gerhard Berger en un gesto de compañerismo que reflejaba su grandeza dentro y fuera de la pista.
El legado de un ícono
Senna no solo se destacó por su destreza al volante, sino también por su filosofía de vida y su profunda conexión con Brasil. Su impacto trascendió el automovilismo, con admiradores en todo el mundo, incluido Lewis Hamilton, quien siempre lo ha citado como su mayor inspiración.
El legendario Juan Manuel Fangio lo calificó como «un verdadero caballero y un ejemplo de dedicación», y su rivalidad con Alain Prost, que al principio estuvo marcada por la tensión, terminó convirtiéndose en una relación de mutuo respeto.
Ayrton Senna fue más que un tricampeón mundial; fue un símbolo de determinación, fe y pasión por la velocidad. Su legado sigue vivo, recordándonos que el automovilismo es más que un deporte: es una lucha constante por la excelencia. Y vos, ¿qué es lo que más admiras de Ayrton Senna?