El 24 de mayo de 1844, Samuel Morse envió el primer mensaje telegráfico de la historia en un acto de demostración pública de comunicación a larga distancia. Un hecho bastante significativo en la evolución de la humanidad y que sería el disparador para ampliar el camino de la comunicación a escala global.
Morse había creado el telégrafo eléctrico en 1932 pero no contaba aun con un código estandarizado para efectivizar la comunicación a través del dispositivo. El incentivo para desarrollarlo llego en 1843, cuando el congreso estadounidense motivo al inventor y se le otorgó la suma de 30.000 US$ para establecer la línea entre la localidad de Baltimore y Washington D.C.
Cabe recordar que en aquella época los telégrafos eléctricos contaban con 26 cables asignados, uno por cada letra. El descubrimiento y avance de Morse fue la capacidad de reducirlo a uno solo. Y aunque una variante alemana ya había conseguido reducirlos a cinco, lo que logró Samuel Morse lo hizo pasar a la fama.
El famoso código Morse se elaboró teniendo en cuenta la frecuencia con que cada letra se usa en inglés. Los símbolos más cortos corresponden a letras utilizadas, como la “E”, que representa un solo punto.
Las letras menos frecuentes incluyen códigos más largos como la “Z”, que se expresa con la frecuencia punto, punto, punto, punto –pausa- punto.
El sistema posee una utilidad única en las comunicaciones ya que agiliza la velocidad en palabras simples con letras comunes que se pueden trasmitir con inmediatez increíble.
Como anécdota, Samuel Morse eligió como primer mensaje en clave la cita bíblica “Que ha forjado Dios” (Números, capitulo 23, verso 23. “No hay magia en Jacob ni adivinación en Israel: a su debido tiempo se le dirá a Jacob y a Israel lo que ha forjado Dios”). De esta forma quedó la primera transmisión de un mensaje complejo comunicados a larga distancia, pero con una precisión inmediata.