El 24 de febrero de 1867, unas 1.000 mujeres se reunieron en lo que hoy día es la Catedral Metropolitana de Asunción, dando origen al ‘ejército de retaguardia’ del Paraguay y la primera asamblea femenina de Sudamérica. Por aquel entonces se comenzaba a vivir el segundo año del episodio bélico más sangriento del continente.
En aquella histórica jornada, se hicieron los arreglos y se sentaron las bases para la colecta que las mujeres organizaron para el Estado en pro de respaldar a los padres, abuelos, hermanos, sobrinos, tíos, esposos e hijos que hacían frente a toda la furia de la Triple Alianza en el campo de batalla. Esta inédita cumbre es el motivo por el que en Paraguay el Día de la Mujer se celebra en una fecha distinta al 8 de marzo.
Durante meses, ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, casa por casa, en un tremendo trabajo en equipo las mujeres entregaron sin chispar los objetos de valor más preciados que poseían, o aún podían permitirse ceder: los más despampanantes anillos, pendientes, pulseras, botones de oro, collares, espuelas de plata, el poco dinero que tenían y finas vajillas, entre otros, todo en una carrera desesperada contra el reloj.
Las paraguayas daban así una lección de voluntad, fe y patriotismo, convencidas de su compromiso con la causa nacional por una guerra que a esas alturas se tornaba cada vez más pesada para el tesoro paraguayo y que terminaría siendo insostenible desde todo punto de vista tras la batalla de Lomas Valentinas.
Estas valientes mujeres quedaron inmortalizadas como «las hijas de la patria» en el Libro de oro, un invaluable volumen que detalla el nombre, el apellido y el lugar de residencia. Este ejemplar de 10 kilos y 96 páginas de finos grabados en oro fue entregado el 8 de septiembre de 1867 al Mariscal Francisco Solano López y sus oficiales junto con todas las joyas y otros objetos de valor recolectados. Cayó en poder de las fuerzas aliadas y llevada al Brasil, ahí quedó hasta su devolución en 1975.
El papel de la mujer no se limitó, además Trabajaron la tierra para suministrar alimento a los soldados e hicieron de enfermeras, lavanderas, cocineras y también tomaron las armas en los campos de batalla. Antepusieron la causa nacional a sus intereses particulares, en un loable y eterno gesto de fidelidad y compromiso.