‘Pinocho’ de Guillermo del Toro, una joya del stop motion en Netflix

Una nueva adaptación del clásico cuento Pinocho llegó a Netflix a través de una interpretación de director Guillermo del Toro y su visión única llena de magia. En esta versión del cuento infantil, el cineasta afirma que la animación no es solo un género para niños, ofreciendo imágenes divertidas, música maravillosa y metáforas oscuras de pérdida y dolor.

La decisión de Del Toro de rodar su película en stop-motion (que se hace fotograma a fotograma, a partir de modelos originales) llevó al ganador del Oscar a recurrir a los servicios de Mark Gustafson, especialista en el formato, que figura como codirector.

La segunda gran innovación es que la imaginación de Del Toro de la historia clásica deambula entre géneros (drama, fantasía con un toque de comedia negra) y presenta una variedad de números musicales. La versión clásica de Disney incluía algunas canciones, pero esta versión presenta alrededor de 10 canciones originales creadas por el ganador del Premio de la Academia Alexandre Desplat (The Grand Budapest Hotel, The Shape of Water) con letras de Roeban Katz y el propio Del Toro. Estas canciones son bastante feas y aportan el tono sombrío de la película, que lastra continuamente el ritmo, por lo demás desigual, de una obra que, durante su primera media hora, resulta demasiado difícil de captar.

A partir de un prólogo trágico, Del Toro ha añadido un subtexto primordial: el de la imposibilidad de reparar el duelo por la pérdida de un hijo -en este caso, el hijo de Geppetto, Carlo- que le lleva una noche de borrachera a embarcarse en la creación del niño de madera, y de alguna manera, a una sustitución. Es un acto de apertura que también ofrece sorpresas (no necesariamente para mejor) en la diversidad empleada en la creación de los personajes, cada uno aparentemente elaborado con técnicas y estilos prácticamente opuestos: Pinocho se presenta como una colección de palos, manteniéndose así fiel a la esencia del texto de Collodi, una representación visual de riesgo majestuoso. Geppetto es casi una escultura sagrada y Jiminy Cricket luce un bizarro y horrendo diseño de aspecto plástico con el que es imposible empatizar.

Sin embargo, el Pinocho de Del Toro toma vuelo después de su discutible sección de apertura, brindando algunos momentos deslumbrantes. La trama temporal de la película, ambientada en la década de 1930 durante la dictadura fascista de Benito Mussolini y que muestra la determinación de los Camisas Negras de seducir al niño de madera con su parafernalia militar y sus victorias, conecta eficazmente con el uso político que los fascistas hacen del mito de Collodi durante esa época y, naturalmente, con las actuales derivas políticas en algunas partes del mundo. Estos son los monstruos del autoritarismo, a los que el director ya se había referido en ‘El Laberinto del Fauno’ (2006). Y aunque el tema del remordimiento tiene menos peso en la versión de Del Toro, el riesgo de tentación que presenta el auge del totalitarismo es probablemente la mayor lección de la reinterpretación del director de la moraleja de Collodi.

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