Uno de los inventores más prolíficos de la historia patentó una tecnología que sería vital. Hacemos un repaso por la historia detrás de la creación del fonógrafo óptico por parte de Thomas Edison.
El siglo XIX fue una época definitivamente relevante para la historia de la humanidad con el avance de tecnologías que desembocarían dentro de los sectores de la fotografía y el mundo audiovisual.
Thomas Edison, conocido por sus numerosos inventos, se interesó por la posibilidad de producir un equivalente óptico del registro sonoro y de reproducir el fonógrafo, inventado por él mismo, en el ahora lejano 1887. Edison se sintió estimulado por el trabajo de Muybridge, y en febrero de 1888, discutió con él la posibilidad de juntar el proyector “zoopraxiscopio” al fonógrafo.
Lastimosamente el proyecto inicial no continúo a causa de unas declaraciones hechas por Edison y su colaborador escocés Dickson por cuestiones de disputas legales sobre los inventos realizados.
En el otoño de 1888 se trabaja en el proyecto del fonógrafo óptico, que inicialmente, consistía en grabar una serie de fotografías formando un espiral continuo alrededor de un cilindro o una placa, de la misma manera que el sonido era grabado por el fonógrafo. Se habría podido así, llegar a grabar la cantidad de 180 fotografías -cada una alrededor- de 1-32 de pulgada de ancho, por cada revolución del cilindro, lo que haría 42 mil para todo el cilindro.
Esto permitiría que tenga el mismo tamaño que el fonógrafo y podía estar hecho de cualquier material moldeable; solo habría que recubrirlo de colodión como una placa de fotografía ordinaria. Pero, en esa época era común el uso de las placas húmedas, por lo que se consideró de dudoso el accionar.
La pregunta que se hizo Edison fue de cómo podía animar con un movimiento intermitente regular un cilindro parecido al de la cera del fonógrafo. Su dupla Dickson fabricó entonces una pequeña cámara –microscopio usando diversos objetivos o lentillas provenientes de uno de sus microscopios. El espectador individual podría ver las imágenes a través de una especie de microscopio a la vez de escuchar el sonido desde su fonógrafo. Cada cilindro podría contener 28 minutos de imágenes.
Eventualmente se dio cuenta de que la convexidad de la superficie de un cilindro no permitía obtener fotografías perfectamente en el punto deseado. Ante estas dificultades, en febrero de 1889 Edison se da prisa en aportar una solución.
Su tesis fue que era necesario obtener un tipo de superficie sobre la cual grabar las fotografías tomadas en el microscopio. También creía que sería más fácil para el cilindro de cristal ser enrollado como película fotográfica.
Posteriormente, diversas emulsiones fueron probadas, que para bien o mal no cumplían en materia de sensibilidad a la luz o daban excesivo grano para las imágenes microscópicas.
Después de numerosas exploraciones finalmente el inventor pudo lograr que las imágenes y el sonido con el fonógrafo tengan una sincronía. La apuesta de Edison permitió que se avance para lo que sería posteriormente el cine como fenómeno cultural y tecnológico.